Durante las últimas semanas, una idea ha venido
rondando mi mente.
Parece
que los últimos descubrimientos astronómicos nos acercan un poco más a confirmar la teoría del Big Bang.
Parece
que, para completar el círculo, poco más queda por descubrir que el proceso de ese primer detonante, ese primer instante que
marca la diferencia entre el todo y la nada, si es que es posible hablar de
diferencia.
Así
que, a la luz de lo que esta teoría significa, parece que tenemos que concluir
que en un principio todo se reducía a un ínfimo punto de luz que, por alguna
razón, decidió expandirse a través de una
gran explosión.
En
ese proceso de expansión, esa energía que emergió de esa partícula primigenia comenzó a crear la materia.
La
vibración que esa energía fue adquiriendo o transformando en su periplo a
través de ese espacio que ella
misma iba creando a su paso fue definiendo y creando los distintos tipos de materia y energía que
hoy componen la realidad de nuestro universo.
Ese mismo proceso, que fue
creando el espacio, también lo hacía con ese confuso concepto que a partir de entonces pudimos haber
llamado tiempo.
No
sé si mi forma de explicar el proceso puede considerarse certera o exhaustiva,
pero esta idea tan manejada en los últimos tiempos y que intento explicar me
plantea algún que otro interrogante.
¿Y si pudiéramos conferir una nueva característica a
esa minúscula partícula de energía?
¿Y
si ese pequeño punto de luz estuviese dotado de consciencia?
¿Y si junto a esa expansión de energía, materia,
espacio y tiempo, se hubiese expandido también esa consciencia latente?
¿Y
si pudiésemos conferir intencionalidad a ese proceso?
¿Y
si en principio hubiese sido el verbo?
Hay
varias frases que me vienen a la memoria cuando pienso en todo esto.
Como es arriba es abajo.
Conoce
lo que está delante de ti y conocerás el todo.
El
microcosmos como el macrocosmos.
¿Y
si ahí estuviera el secreto?
¿Círculos
concéntricos, unos dentro de otros?
Si
analizamos el proceso de formación de un cuerpo humano vemos que todas y cada
una de las células embrionarias, que se forman a través de la expansión de una
sola célula, contienen la información del
embrión al completo, cada una de esas células es el embrión completo o
tiene la información necesaria para convertirse en un embrión.
Durante
ese proceso de expansión, en un momento
determinado de esa formación
embrionaria, algo dentro de su ADN entiende que es necesario restringir parte de la información
disponible. Entiende que para vivir esa experiencia, la célula debe
especializarse, debe olvidar parte de su información y centrarse en alguna
información concreta.
De
esta forma aparecen las células que formarán el hígado y que desconocen
cualquier dato sobre el corazón, las células del corazón, que no entienden las
funciones del cerebro y así sucesivamente.
¿Y
si el proceso por el cual cada uno de nosotros es un individuo concreto y
aparentemente separado del resto resulta ser similar a ese proceso que ya
empezamos a comprender dentro de la formación de nuestros propios cuerpos?
¿Y si esa misteriosa "mano del ángel" (que
así es como se llama a la encima encargada de restringir toda la información
que no resulte útil para el nuevo cometido de la célula) es quien propicia el EGO, la
pequeña personalidad separada que creemos ser? ¿Y si, al igual que podemos invertir ese proceso en una célula para
convertirla de nuevo en una célula madre, podemos invertir de algún modo el
proceso de separación aparente para ser conscientes de nuevo de la
totalidad?
Está
claro que la información de lo que somos no es un simple proceso de suma de las partes que
nos componen, debe existir otro sistema, otra forma de configurar lo que nos
define como seres pensantes, pues nadie es menos él en su interior porque le
falte un pie, una mano o incluso la funcionalidad de casi todo su
cuerpo.
Si solo fuésemos la suma de las partes que nos
componen, al
perder algún
miembro u órgano prescindiríamos también de la información de las
células que lo componían y terminaríamos siendo
un porcentaje de nosotros mismos.
De hecho no tiene mucho sentido que seamos o nos
sintamos la misma persona durante toda nuestra vida dado que todas las células que componían nuestro cuerpo hace tan solo unos años han
muerto y han sido sustituidas por nuevas células.
¿Hay entonces una conexión disponible, una nube a
la que podamos asceder a través de algún mecanismo interno?
¿Es
ese al proceso al que llamamos
LUMINACIÓN?
Jesús lo asimilaba a estar dentro de una habitación
oscura, cuando alguien enciende la luz no preguntas dónde está la puerta, la ves y sales. Si alguien que ha padecido algún tipo de
amnesia sale de ella, no pregunta ¿quién
soy? o ¿cómo me siento?, simplemente vuelve a sentirse él mismo.
¿Y
si Dios no ha creado el mundo?
¿Y
si Dios se ha convertido en el mundo?