Esta semana conocía una curiosa circunstancia que tiene que ver con la Ley de resonancia y que no me resisto a intentar analizar desde la perspectiva de la confluencia entre espiritualidad y ciencia de la energía, en la que he venido analizando distintas vertientes de esta realidad que vivimos.
La noticia en cuestión que llamó mi atención tiene que ver con las curiosas decisiones tomadas sobre algo tan extraño como la norma en la afinación musical y la no menos curiosa personalidad de los individuos que aparecen detrás de esas decisiones.
Pero vayamos por parte:
Al parecer la afinación de los instrumentos es algo totalmente relativo, en definitiva se trata de una convención o directriz que se acuerda seguir por todos.
Cuando no había aparatos de medición para afinar dichos instrumentos, era corriente usar las campanas de las catedrales para dicho menester. Es algo bastante conocido, que los maestros canteros usaron medidas y proporciones muy concretas para el diseño y la construcción de las catedrales góticas. Estas proporciones, conocidas como la proporción áurea o el número de Dios, tenían una finalidad muy concreta y era conseguir una determinada resonancia dentro del templo, una resonancia que facilitara un determinado estado de conciencia entre los muros de dichas construcciones. En definitiva y usando el lenguaje de la física de partículas, un determinado nivel de vibración que consiguiera, tal vez, una modificación del estado de la energía contenido dentro de aquellos muros.
Continuando con la descripción de los acontecimientos, al parecer es Giuseppe Verdi, quien en 1884, solicita a la Comisión encargada de estos menesteres, que se establezca como medida para afinar los 432 Hz en "la", para normalizar la tradición que era seguida mayoritariamente, gracias a las ya mencionadas campanas de las catedrales.
Hasta aquí la cosa parece tener mucha lógica, sobre todo si tenemos en cuenta que esos 432 Hz, sintonizan con los ritmos de nuestro organismo, con los latidos del corazón y con los ritmos del universo. De hecho fue Pitágoras el primero en descubrir que todo debe tener un tono y mucho más recientemente, fue Schumann quien descubrió el tono en el que resuena el planeta Tierra y lo colocó en los 8 Hz que es un tono completamente armónico con los 432 Hz, de los que hablamos.
La cosa empieza a sonar un poco extraña cuando, siguiendo el curso de los acontecimientos, llegamos hasta 1910, y descubrimos que alguien empieza a hablar de cambiar ese estándar. Ese alguien era un miembro de la fundación Rockefeller. Pero sería algo más tarde, en la época de la Alemania nazi, en 1930, cuando se pondría más énfasis en una cifra, esa cifra, que es la normalizada actualmente, es la de 440 Hz. El promotor de este cambio fue Joseph Goebbels, Ministro de Propaganda Nazi, que consiguió un estándar no oficial, hasta que en 1953 la ISO aprobó por fin, que un "la" tiene 440 Hz.
Y ¿cual es la diferencia entre estas dos cifras?, pues al parecer esta última cifra corresponde con el tono que podemos escuchar al descolgar un teléfono fijo. Imagino que resulta bastante gráfico comparar el sonido de la campana de una catedral gótica con el tono de llamada de un teléfono fijo.
Todo esto que acabo de contar puede parecer anecdótico, si no fuera porque los recientes descubrimientos en la física de partículas vienen a poner nombre a lo que, de algún modo, ya se conocía por muchas culturas.
En la China de Confucio, los Emperadores disponían de una legión de funcionarios que enviaban, pertrechados con diapasones, con el cometido de chequear y afinar todos los instrumentos del imperio. Estaban completamente convencidos del poder de la música y de su armonía en las emociones del ser humano, y obviamente esta influencia podía ser para bien, si existía una armonía o para mal si los sonidos eran disonantes.
De hecho, cuando una soprano consigue romper un cristal con su voz, lo que hace es conseguir una frecuencia que resuena con la frecuencia del cristal.
Por otra parte, si bien todo emite un sonido y una vibración, si hay algo verdaderamente reactivo al sonido, eso es el agua, y nosotros somos agua en un 70%.
Si a eso añadimos que en los últimos tiempos se están usando distintas frecuencias de sonidos como armas, ya sea a nivel de ejércitos o a un nivel mucho más doméstico, con los insecticidas por infrasonidos, imagino que empezamos a intuir que el asunto tiene su importancia.
Y aquí es donde enlazamos de lleno con la energía y su comportamiento y transformación, pues si como parece, y hemos analizado con anterioridad basándonos en los estudios de los físicos más eminentes, solo existe un tipo de energía.
Si la energía modifica sus características dependiendo de su vibración.
Si además esta energía se transforma en los distintos tipos de partículas energéticas dependiendo de sus características.
Si, por ende, las partículas que logren transformarse en tipo de energía sin masa como el fotón, no son obstaculizadas en su deambular por el campo de Higs, mientras que, cuanta más masa tiene una partícula, más obstáculos encuentra en ese deambular, hasta terminar convirtiéndose en materia.
Y por último, si llegamos a la conclusión de que además es nuestra conciencia la que puede modificar la vibración de nuestra energía y en consecuencia la que decide que tipo de energía somos y cuanta luz hay en nosotros.
Entonces, tal vez podamos entender porqué se usan sonidos de tambores en ceremonias sagradas en distintas tribus, o porqué se usan mantras y sonidos con determinada armonía, resonantes con los latidos del corazón o con los sonidos del agua, o del viento, o de las esferas, en meditaciones. O porqué la resonancia de un templo puede facilitar la contemplación o la meditación.
Y es aquí donde yo me pregunto ¿qué interés podían tener personajes como Rockefeller y Goebbels para perseguir el cambió del tono para realizar la afinación de los instrumentos musicales?
¿Nos está alejando este nuevo sonido modificado de nuestra naturaleza, de la energía más elevada y de la conciencia universal?.
Felices vacaciones y hasta la vuelta