Soy una de esas personas que cree
que la ciencia puede abrirnos las puertas del conocimiento de nuestro mundo. Sin
embargo también creo en la pervivencia de la esencia que mueve al ser humano,
en la trascendencia de la conciencia humana y en una conciencia universal
fuente y motor de todo movimiento.
Durante mucho tiempo he venido
preguntándome el porqué de la supuesta incompatibilidad entre ciencia y religión. Yo creo
que las dos son parte de la misma realidad y por tanto no pueden ni deben ser
incompatibles.
Un día, en el transcurso de una de
esas disertaciones en las que suelo ocupar la mente cuando voy o vengo del
trabajo, caí en lo que me pareció la explicación al susodicho conflicto.
Creo que debería empezar por el
principio, para a continuación ir tirando del hilo que me llevó a la
subsiguiente conclusión.
Intentaba decidir como entiendo yo
la realidad científica y su imagen del universo, para después definir mi idea
de trascendencia y supervivencia de la consciencia dentro de ese mismo universo.
Luego intenté descubrir donde podría
estar el origen del conflicto.
Esto me llevó directamente al siguiente análisis:
Es como si se reunieran un congreso
de medicina natural, uno de jardinería y otro de arte, para hablar de una rosa.
Mientras el congreso de medicina analiza las propiedades medicinales y
cosméticas de la rosa, el de jardinería debate sobre sus
características como planta y el de arte se centra en la perfección, belleza y
plasticidad de su forma como elemento artístico.
Imaginad que en un momento dado los
tres grupos se enzarzan en una discusión, defendiendo cada uno las
características que conoce del objeto de análisis, en este caso la rosa, como las únicas que describen con certeza la
realidad de dicho elemento. Rechazando por completo la posibilidad de que el mismo
elemento pueda tener además otras características, sin que ello vaya en
detrimento de cada uno de los estudios.
Entonces caí en la cuenta, los
humanos funcionamos así, a veces nos empecinamos en la defensa de algo y no
logramos percibir la absurdez de algunos conflictos.
Un ejemplo bastante ilustrativo
lo podemos encontrar, en la forma en que
algunas personas viven nuestra Semana Santa.
Sé que este blog se lee también
fuera de España, así que añadiré algunas explicaciones, innecesarias para
quienes conocéis bien esta manifestación cultural y religiosa.
La iglesia en España es
mayoritariamente católica, y en Semana Santa son muchos los lugares que sacan
en procesión imágenes que representan distintos momentos de la vida de Jesús y
de María.
Bien, pues hay pueblos donde los
partidarios de una cofradía están enfrentados con los de otra. Este conflicto alcanza
a lo absurdo cuando los partidarios de una cofradía, llegan incluso a cerrar la
puerta de la casa al paso de la cofradía rival. Por fortuna esta no es una
actitud generalizada, pero sí que existen algunos ejemplos notables. Obviamente
si te paras a pensar en ello, la situación resulta de lo más surrealista, pues
ambas cofradías homenajean a los mismos personajes, solo que en distintos
momentos.
Las llamadas advocaciones no son más
que adjetivos que definen el momento y que dan nombre a la imagen. De esta
forma, si una cofradía representa el proceso judicial, la cofradía puede
llamarse Jesús cautivo y estar acompañado por una imagen de María con la
advocación de Ntra. Sra. de las Angustias, mientras que si la otra cofradía
representa el momento del cumplimiento de la sentencia a muerte, la imagen
puede llamarse Jesús crucificado y la imagen de María que lo acompaña puede
denominarse Ntra. Sra. del Mayor Dolor.
Es algo así como si varios pintores representaran
en sus lienzos un mismo paisaje en distintas horas, y uno titula al suyo,
“amanecer entre nenúfares”, otro “reflejo del sol en el estanque” y el otro
“atardecer en el jardín”.
Sin embargo quienes están inmersos
en este conflicto defienden su imagen y
rechazan la otra como si se tratase de personajes distintos.
Bueno, pues creo algo parecido
ocurre entre la postura científica y la religiosa.
Entonces empecé a tirar del hilo del
proceso que ha podido llevar a cada uno a definir su postura con respecto al
otro.
De ese modo comprendí que el ser
humano para construir una imagen de algo necesita usar un modelo conocido.
Simplemente no puede imaginar una realidad para la que no tenga ningún modelo.
Así que si comenzamos por el Génesis,
este nos cuenta que “Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza”. Lo primero
que tendríamos que hacer es equiparar las formas. Como tenemos que contar con
lo conocido para construir nuestra imagen de algo e intentamos crearnos una
imagen de Dios, hemos optado por hacer a Dios a nuestra imagen y semejanza, que
por otra parte es más fácil de asumir, donde va a parar, que
imaginar una realidad distinta a lo que conocemos, para equiparar nuestra
naturaleza a la de Dios, como energía consciente, que es lo que deberíamos haber hecho.
Y por supuesto el problema está en
que hemos construido una imagen humanizada de Dios.
Otro tema es como hemos resuelto el
asunto de imaginar nuestra naturaleza prescindiendo del envoltorio en el que
experimentamos esta vida, y hay que reconocer que no somos demasiado imaginativos.
Hemos oído que somos energía y no se nos ha ocurrido otra cosa que diseñar una
especie de holograma semitransparente de la imagen a la que estamos
acostumbrados.
Y esto no deja de ser un lío, porque
si hemos reencarnado en distintos cuerpos, será un poco complicado llegar a elegir
esa forma.
Y ahí es donde viene el problema,
porque ningún científico ha visto jamás a ningún anciano con barba blanca
manejando el cosmos y por supuesto no se ha encontrado con ejércitos de figuras
semitransparentes pululando por ahí.
Sin embargo, como en los ejemplos
anteriores, creo que la única diferencia que separa la realidad científica de
la realidad espiritual, cosiste en la respuesta a una simple pregunta. Y creo
que ningún científico está en disposición de refutarla o desmentirla.
¿Son conscientes las partículas
subatómicas?
Simplemente podría ser que
estuviésemos analizando la misma realidad desde distintos puntos de vista.