Hola a todos.
Hace tiempo que no
publico ninguna entrada en este blog. Lo cierto es que he estado un poco liada
terminando un libro para presentarlo en un concurso literario. Pero como se
suele decir, el asunto ya está concluido y solo resta esperar los resultados,
así que he pensado que era buen momento para retomar mis reflexiones.
Título esta entrada
autismo y esquizofrenia, y es que hace tiempo que tengo la sensación que no todo
está dicho con respecto a estas dos enfermedades.
Por alguna razón creo
que quizás andamos dando palos de ciego en su conocimiento, diagnóstico y
tratamiento. Que tal vez se está actuando movidos más por prueba acierto-error que
movidos por un verdadero conocimiento de los motivos que provocan un
comportamiento que nosotros consideramos anómalo.
Este interés me llevó a
leer mucho acerca de lo que realmente se conocía sobre ellas, sus síntomas, sus
reacciones a distintos tratamientos, sus definiciones, etc.
Después de esto llegué a
pensar que quizás no se trataba realmente de enfermedades o deficiencias
mentales. Tal vez pudiésemos
considerarlas más bien como disfunciones
energéticas, (si es que acaso fuese posible ponerles algún nombre).
Es cierto que en un buen
porcentaje de los casos, estas “enfermedades” llevan aparejadas algún grado de
minusvalía intelectual. Sin embargo no me queda tan claro que se trate de la causa y no del efecto de
dicha disfunción o anomalía.
Por otra parte ni el
autismo ni la esquizofrenia van unidas indefectiblemente a ninguna reducción de
las capacidades mentales del individuo, de hecho el síndrome de Asperger es un
tipo de autismo que va aparejado a capacidades mentales superiores a la media. Estudiando
un poco la naturaleza y síntomas de ambas, llegué a las siguientes
conclusiones:
__ Ambas tienen muchos síntomas comunes que complican el diagnóstico en un sentido u otro.
__ Una de las características diferenciadoras son que el esquizofrénico padece alucinaciones y el autista no, sin embargo, ambos tienen problemas de lenguaje y comunicación (más de comunicación que de lenguaje).
__ Algunos esquizofrénicos han definido su mal, como falta de sujeción al tiempo. De hecho, recientemente, en un programa de redes pude escuchar a un prestigioso psiquiatra plantear la hipótesis de que la esquizofrenia se debiese a un problema de la percepción temporal en el cerebro de estas personas.
__ Sin embargo, por otro lado, el autista es hipersensible, reacciona mal a los sonidos habituales.
__ No distingue planos temporales, refiriéndose siempre a cualquier tiempo como presente.
__ Tampoco tiene asumido el concepto del yo, refiriéndose habitualmente a él mismo en segunda o en tercera persona.
__ Necesita repetir rutinas, para sentirse seguro y le altera mucho que le cambien las cosas de sitio.
__ No tiene la capacidad de mentir, pues no comprende los juegos de intenciones, sus afirmaciones son textual y radicalmente ciertas y de igual modo entenderá las órdenes (si se le indica que se coma los guisantes, hará exactamente esto y esperará una nueva orden no incluyendo en la anterior el pan o trozos de carne incluidos en el mismo plato).
Existe otra enfermedad
llamada síndrome de William, que comparte muchas de las características
anteriores. Este síndrome lleva aparejada una disminución de las capacidades
mentales, sobre todo en lo que se refiere a la comunicación. Sin embargo, los
afectados por esta anomalía tienen lo que en música se llama “oído total”. Algo
que sólo es compartido en ocasiones por grandes maestros músicos, y que permite
a estas personas, que no olvidemos, tienen disminuidas sus capacidades mentales,
improvisar de forma genial, convirtiendo conceptos e imágenes en sonidos
musicales de intensa armonía.
Por cierto existe un
rumor bastante extendido de que al parecer Mozart padecía el síndrome de William,
aunque ignoro el grado de fiabilidad de dicho rumor y por tanto lo dejo aquí
recogido como simple anécdota o chascarrillo, sin más intención en cuanto a
prueba argumental.
Si atendemos a las
definiciones físicas de como se constituyen el resto de dimensiones no
espaciales, o sea, excluyendo las tres dimensiones espaciales que conocemos,
entenderemos que el resto de dimensiones están en el mismo plano espacial pero
en un nivel de vibración distinto (son como los hilos que componen la torcida
de una cuerda o membranas que vibran).
¿Qué ocurriría si lo que
realmente les ocurre tanto a autistas como a esquizofrénicos, así como a los
afectados del Síndrome de William es que su nivel de vibración es muy límite?
Esto acercaría al
esquizofrénico a la dimensión temporal, confundiendo sus límites, llegando a
vivir realidades paralelas pertenecientes a tiempos distintos en el mismo
espacio, o a realidades contemporáneas a la que vivimos en ese momento, pero
que se están desarrollando en distintos Universos paralelos.
Hace tiempo vi una
película, a decir verdad algo deprimente y un poco delirante, cuyo título era Las Horas. En ella Virginia Wolf intenta
explicar su enfermedad en el transcurso de una narración donde se entrecruzaban
las historias de tres mujeres: ella misma escribiendo el libro, una mujer que
lee el libro y llega a formar parte del mismo y la protagonista del mismo.
En la película Virginia
se define a si misma como alguien que no está sujeto al tiempo y define a uno
de sus personajes, un niño esquizofrénico hijo de la mujer que lee el libro y
amigo de la protagonista del mismo, como el visionario. Escenifica este hecho
en el transcurso de una escena, valga la redundancia, en el que la madre (lectora del libro), con
una profunda depresión, deja al niño al cuidado de una canguro y se va a un
hotel con la intención de suicidarse. El niño lucha por escapar, no lo consigue
y cuando lo da por imposible, protagoniza una escena de introspección donde,
con unos construibles de madera y un cochecito, va reproduciendo y montando la
escena que está viviendo en esos instantes su propia madre al otro lado de la
ciudad. La cámara te muestra ambas escenas en paralelo, alternando las imágenes.
Por desgracia hay pocos
casos en donde una persona con alguna de estas afecciones llegue a definir su
problema con suficiente claridad. Por ese motivo, creo que cuando es así
debiéramos escucharlas con atención.
En cuando al otro caso,
tanto el autista como el síndrome de William compartirían igualmente un nivel
de vibración distinto al común de los mortales. Su nivel límite de vibración,
les convertiría en seres muy sensibles a realidades armónica que para nosotros
pasan desapercibidas. Sin embargo, esa misma circunstancia los convertiría, por
otro lado, en personas hipersensibles a sonidos de nuestra realidad cotidiana.
Esta y no otra sería la causa de que suelan rehuir una comunicación verbal que
por sus características les resultaría agresiva y molesta, prefiriendo, siempre
que se les da la oportunidad, usar el lenguaje signos.
Aunque el motivo de su
disfunción pueda ser el mismo que para el esquizofrénico, su nivel de vibración
diferiría del de éste y le arrastraría no a un límite espacio-temporal sino a
un límite de sensibilidad auditiva cercana al infrasonido que les provocaría una
completa desorientación. Los sonidos y modulaciones que infieren
intencionalidad, les resultarían totalmente extraños y agresivos produciéndoles
una sensación aguda de inseguridad. Esta sensación de inseguridad bien podría
ser el motivo de que este tipo de “enfermos” necesiten crearse un hábitat
estable, con los menores cambios posibles, con rutinas repetitivas y objetos
familiares que no soportan cambiar de lugar.
Todos los iniciados en ciencias ocultas,
saben de cómo el cosmos influye en nosotros, y de la influencia que nosotros
ejercemos sobre el cosmos. Ahora, además, la física de partículas nos descubre
que no podemos hablar de ladrillos de materia o de realidad separados, que lo
único realmente constatable como realidad es “una nube de probabilidades” “un
patrón de interacciones” o “un proceso de cambio”.
No existe una partícula elemental o separada
cuando la colisión de cualquiera de estas partículas no produce porciones de la
misma, sino partículas tan completas como aquella que ha sido colisionada.
¿No es entonces lógico contemplar la
posibilidad de que haya personas que sean más conscientes y perciban de forma
más tangible una realidad que sabemos que está ahí de una u otra forma?
En ningún momento puedo afirmar que estas
aseveraciones sean ciertas, no tengo conocimientos médicos para ello, pero sí
que puedo hacerme preguntas, y por tanto puedo preguntarme si a la luz de los
nuevos conocimientos en física de partículas, funcionamiento de la energía y
estructura del universo, podemos descartar esta posibilidad.
Y si la respuesta es negativa, ¿no valdría la
pena replantearse de principio las circunstancias que hacen tan difícil e
incomprensible la vida para estas personas y para aquellas otras que comparten
su existencia?