Posiblemente
muchos de vosotros os sorprendáis con el título del blog de hoy.
Pero
veréis, en el curso de mis indagaciones, como ya habréis tenido ocasión de leer
en otras entradas, he venido comprendiendo que, tal vez, en estos momentos,
estemos más cerca que nunca de poder comprender el mensaje que ocultan las
enseñanzas espirituales de los grandes
maestros de la historia.
Durante
ese proceso de descubrimiento, he tenido ocasión de leer interesantísimas
reflexiones al respecto.
Uno
de los últimos textos que he tenido la oportunidad de descubrir ha sido El Tao
de la Física.
En
este libro, Fritjof Capra, Doctor en Física Teórica de la Universidad de Viena,
hace un interesante estudio entre los conceptos de la física moderna y las
enseñanzas transmitidas por los grades maestros Induistas, Budistas o Taoistas.
A
lo largo de sus 458 páginas Fritjof Capra, va comparando conceptos, de tal
forma que en muchas ocasiones textos y conceptos físicos podrían pasar por
textos escritos por Heráclito o Lao Tse y un Upanishads pasaría sin ninguna
dificultad por un texto correspondiente a la actual física de partículas.
Siguiendo
este mismo hilo de reflexión, bajo mi punto vista, deberíamos seguir analizando
enseñanzas recogidas en otras muchas enseñanzas espirituales.
Me
vais a permitir que yo me centre en las enseñanzas de Jesús de Nazaret, ¿el
motivo?, pues porque tengo que reconocer cierta debilidad por su figura y
enseñanzas.
Tengo
que decir, en honor a la verdad, que para cuando llegué a los conceptos de la
física de partículas, ya había leído todos los textos canónicos y apócrifos
sobre las enseñanzas de Jesús.
En
el transcurso de esas lecturas, entre textos que narraban episodios de su vida
y algunas enseñanzas de tipo moral, había encontrado otros muchos textos,
pertenecientes sobre todo a las conocidas parábolas, cuya interpretación tradicional
se me antojaba un poco cogida por los pelos.
Pero
como la mayoría de la gente, hacía como que creía entender algo y la dejaba
ahí, a ver si más adelante...
Hasta
que descubrí la física cuántica, que para mi fue uno de los mayores
descubrimientos de mi vida.
La
descripción del comportamiento de aquellos pequeños ladrillos, que son la base
de todo lo que existe pero que no puedes medir ni encuadrar, me parecieron
fascinantes. Pequeñas partículas que pueden comportarse como partícula y como onda,
que pueden estar en dos sitios a la vez o transmitir información de forma
instantánea.
Aquellos
minúsculos componentes de nuestro universo que siguen trayendo de cabeza a las
más grandes mentes del ser humano, me cautivaron por completo.
Además
aquellos conceptos me recordaban algo, aunque en un principio no supe
relacionarlo.
Pero
después de entender algunos conceptos de la física cuántica, y en el transcurso
de una de mis relecturas de aquellos textos evangélicos que había dejado
aparcados, las parábolas y el concepto de reino de los cielos proclamado por el
maestro, empezaron a adquirir una nueva dimensión en mi mente.
Os
pongo un ejemplo, de los muchos que podemos encontrar.
El
principio de Incertidumbre de Heisenberg me trajo a la memoria una conversación
entre Jesús y Nicodemo.
Explicado forma
muy básica, diríamos que el Principio de
Incertidumbre nos dice que el simple hecho de aplicar un haz de luz cualquiera
a una partícula para poder observar su velocidad y cantidad de movimiento hará
que ese haz de luz rebote contra la partícula y modifique los valores
observados, por lo que los valores en condiciones de “oscuridad” que no vemos
serán distintos a los tomados cuando aplicamos la luz para observarlo. Por eso
Heisenberg lo llama incertidumbre, por que nunca se podrá conocer a ciencia
cierta y con total precisión la cantidad de movimiento y la velocidad de la
partícula gracias a los agentes exteriores. En resumidas cuentas observar es
modificar. Así que podríamos decir que: no
podemos saber de dónde viene y a dónde va.
El
texto al que me refería anteriormente y que narra la conversación entre Jesús y
Nicodemo, dice así:
Juan
3 1-10.... “Había
entre los fariseos un hombre importante, llamado Nicodemo. Una noche fue a ver
a Jesús y le dijo: Maestro, sabemos que Dios te ha enviado para enseñarnos,
porque nadie puede hacer los milagros que tú haces si no está Dios con él.
Jesús le respondió: Te aseguro que el que no nace de
nuevo no puede ver el Reino de Dios.
Nicodemo le preguntó: ¿Cómo puede uno nacer de nuevo
siendo viejo? ¿Es que puede volver al seno de su madre y nacer de nuevo?
Jesús respondió: Te aseguro que el que no nace del agua y
del Espíritu no puede entrar en el Reino de Dios. Lo que nace de la carne es
carne, y lo que nace del Espíritu es Espíritu. No te extrañe que te diga: Es
necesario nacer de nuevo. El viento
sopla donde quiere; oyes su voz pero no sabes de dónde viene y a dónde va; así
es todo el que nace del Espíritu.
Nicodemo preguntó: ¿Cómo puede ser eso?
Jesús respondió: ¿Tú eres maestro de Israel y no sabes
esto?
Si comparamos este texto que muestra la conversación entre
Jesús y Nicodemo con el principio de incertidumbre de Heisenberg, podremos
comprobar que existe una curiosa similitud.
Para entender esta conversación no debemos olvidar que el
judaísmo cuenta con una escuela exotérica, de orden espiritual, que podríamos
comparar con el Tao o el Budismo.
Esa escuela, que como todo conocimiento oculto, estaba
restringida a los iniciados y doctores de la Ley , en el judaísmo es denominada la Kabbala.
Obviamente son a estas enseñanzas ocultas o exotéricas a
las que Jesús se refiere cuando recrimina a los fariseos: ¡Ay de vosotros, doctores de la Ley , que os habéis apoderado
de la llave de la puerta del conocimiento! Ni entráis vosotros ni dejáis entrar
a los demás (Lucas 11:52-54).
Y es a estas enseñanzas a las que se está refiriendo en el
texto cuando le pregunta a Nicodemo ¿ Tú
eres maestro de Israel y no sabes esto?
No podía estar refiriéndose a los conocidos textos
tradicionales del judaismo ya que la Torá, el Tanaj
y el Talmud, eran la base de la enseñanza en las
escuelas y hablan de la historia del pueblo judío y las muchas obligaciones y
restricciones impuestas por la Ley Mosaica
y por tanto no eran textos de carácter oculto.
Con esto intento demostrar que la conversación entre
Nicodemo y Jesús era la conversación
entre dos iniciados en las enseñanzas ocultas del judaísmo, que muy bien
podríamos comparar con la conversación que podría producirse entre un maestro y
un iniciado en el Tao o el Budismo.
Bajo este punto de vista, yo me pregunto:
¿Estaba
Jesús intentando hacernos ver de alguna forma, lo absurdo de nuestros conceptos
y comportamiento, si no teníamos en cuenta la auténtica realidad de nuestra
naturaleza?
Y
¿cuál sería esta naturaleza?, pues muy probablemente la de partículas
subatómicas que comparten una sola consciencia y que consiguen construir una imagen de la
materia, a través del movimiento de dichas partículas alrededor del núcleo de
los átomos.
¿Consiste
el reino de los cielos en volver a ser conscientes de esta realidad,
liberándonos de los límites de la ilusión de una materia que al fin y al cabo
no existe?.
Sacado
de el Tao de la Física :
“...A
medida que penetramos en la materia, nos encontramos que está hecha de partículas, pero éstas no
son los ladrillos básicos, al estilo de Demócrito o de Newton, sino meramente
idealizaciones que resultan útiles desde un punto de vista práctico, pero sin
significado en sí mismas. Según Niels Bohr, -las partículas materiales aisladas
son abstracciones, y sus propiedades son definibles y observables solo a través
de su interacción con otros sistemas-”